jueves, 28 de abril de 2011
Un árbol crece en Brooklyn
miércoles, 27 de abril de 2011
The Man Who Listened to Birds
martes, 26 de abril de 2011
'A Process in the Weather of the Heart', de Dylan Thomas
A process in the weather of the heart
Turns damp to dry; the golden shot
Storms in the freezing tomb.
A weather in the quarter of the veins
Turns night to day; blood in their suns
Lights up the living worm.
A process in the eye forwarns
The bones of blindness; and the womb
Drives in a death as life leaks out.
A darkness in the weather of the eye
Is half its light; the fathomed sea
Breaks on unangled land.
The seed that makes a forest of the loin
Forks half its fruit; and half drops down,
Slow in a sleeping wind.
A weather in the flesh and bone
Is damp and dry; the quick and dead
Move like two ghosts before the eye.
A process in the weather of the world
Turns ghost to ghost; each mothered child
Sits in their double shade.
A process blows the moon into the sun,
Pulls down the shabby curtains of the skin;
And the heart gives up its dead.
lunes, 25 de abril de 2011
The revolution will be televised
Independientemente de este choque de civilizaciones, abierto por una brecha entre lo doloroso y lo banal, en estas nuestras tierras el país entero se paraliza ante el acontecimiento nacional más importante de todos: el Clásico que enfrenta al Real Madrid y al Barcelona, que esta vez se convierte en una pugna de cuatro escalones y, para alegría de muchos (entre los que me incluyo), aún quedan los dos últimos peldaños. Panis et circenses para unos, quizá (y bien, en parte tienen razón) -- ¡pero que alguien me diga que esa final de la Copa del Rey no fue buena!
Mientras, en la madriguera de un inicio primaveral soleado y una Semana Santa pasada por agua -- y ante la inminencia de los exámenes finales --, he aprovechado para leer, ver mucho cine y escuchar mucha música. Si bien llegué tarde a la fiesta, he de decir que la primera temporada de Lost es increíble. Para bien o para mal, ya estoy oficialmente enganchado. Lo mismo puedo decir de The Pacific, que por el momento parece ser un más que digno complemento a Hermanos de sangre. He vuelto a ver algunas peliculas, como Heat (1995, Michael Mann), gran película sobre el crimen organizado en Los Ángeles, que cuenta con el duelo interpretativo entre Al pacino y Robert De Niro como principal atractivo, y la archiconocida Origen, que sigue aportando la tercera vez que la veo. Donde viven los monstruos es otra pelicula a la que le he dado vueltas, más que nada porque no es una pelicula para niños. La vi con mis hermanas pequeñas y dijeron que era "demasiado rara", no ya por los grotescos monstruos en sí, sino mas que nada por ese tono ocre y meláncolico que cubre sus escenas. Trata sobre la pérdida de la inocencia sobre todo, y de ahí su tristeza.
Algo de lo que he leído últimamente ha sido bueno. Falconer, de John Cheever deja en entredicho la habilidad del autor como novelista; su maestría con los relatos cortos es innegable, pero esta obra es monótona y rayana en lo banal. The Corrections de Jonathan Franzer, elogiada desde el 2001 como una gran sátira sobre la clase media americana y su fútil existencia, me pareció pomposa hasta el punto de aburrir; de sus 650 páginas no pasé de la 500. La última novela de Paul Auster, Sunset Park, empieza de manera magistral y engancha como pocas, pero el último tercio de la novela no llega a culminar todo lo anterior. Está claro que Auster se hace mayor, y su mayor flaqueza es precisamente esa: un comienzo muy prometedor y un desenlace que no está a la altura. Es algo que lleva haciendo desde La noche del oráculo, con lo que tampoco es que me sorprenda.
Eso sí, no todo han sido desencantos y decepciones: Rilke me ha apasionado con sus Cartas a un joven poeta, sobre todo sus comentarios sobre la soledad, elemento casi inherente a la labor creativa; Saul Bellow en Him With His Foot In His Mouth, gracioso relato sobre un anciano carcomido por el arrepentimiento, etc. No ha pasado un día de estas últimas semanas en que no haya leído algo de poesía de Dylan Thomas, que rápidamente se está convirtiendo en uno de mis preferidos. Se trata de un ejemplar de segunda mano de Collected Poems 1934-1952, publicado en 1971, que compré cerca de Columbia University en el verano del 2005. Sus páginas huelen a viejo y a pasado.
Quizá el mayor descubrimiento haya sido Against Interpretation de Susan Sontag, una de las pensadoras más iluminadoras del siglo pasado. Se trata de una colección de ensayos que versan sobre distintos temas, desde la contraposición entre forma y estilo y la literatura de Camus hasta el cine de ciencia ficción de los 50. En todos y cada uno de ellos Sontag se muestra como alguien brillante y al mismo tiempo muy cercana, con un ojo incisivo para todo. Me quedo también con su definición particular del escritor: "My idea of a writer: someone who is interested in everything".
Por último, tengo que decir que el último disco de Fleet Foxes es increíble. Todo el mundo tiene que escucharlo. Melodía y belleza en estado puro; a veces es demasiado bonito. Tras su increíble debut, Pecknold y compañía asombran de nuevo.
miércoles, 23 de marzo de 2011
¡Indígnate!
"Digo a los jóvenes: buscad un poco, las vais a encontrar. La peor de las actitudes es la indiferencia, decir: yo no puedo hacer nada, a mí ya me va bien. Comportándoos así perdéis uno de los elementos esenciales que nos hacen humanos: la facultad de indignación y de compromiso que es su consecuencia".
Parece mentira. Un anciano de 93 años que encamina a la juventud de nuestros días mediante un llamamiento a la revolución. Eso sí: la revolución de la no-violencia, como él dice. Stéphane Hessel, veterano de la Resistencia francesa y miembro redactor de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, ha sido protagonista del último éxito editorial en Francia. Bajo el llamativo título de Indignaos ('Indignez-vous'), su panfleto, de treinta y pocas páginas, ha vendido más de un millón y medio de copias.
Me alegra ver el éxito que ha tenido Hessel, no tanto por el contenido sino más bien por la idea, el concepto en sí. Hacía falta que alguien nos impulsase a no conformarnos a la mínima, a luchar con criterio y a usar la palabra antes que la violencia. Se ve que las revoluciones, al fin y al cabo, no entienden de edades.
domingo, 13 de febrero de 2011
Del todo a la nada
sábado, 12 de febrero de 2011
La voz a ti debida, de Pedro Salinas.
al otro lado de todo
lunes, 31 de enero de 2011
¿Basado en una historia real?
Reproduzco aquí, aun sin su permiso explícito, el último post del blog de mi hermano -- creo que merece la pena:
La red social me gustó mucho. Gran guión con grandes diálogos. Actuaciones sorprendentes de un prometedor elenco de actores jóvenes. Una banda sonora austera pero acertada. Muy buena fotografía, en especial en la escena de la regata. Y a pesar de todo esto, había algún aspecto de la película que chirriaba en mi mente.
El Mark Zuckerberg de la película es un inepto social, impertinente y mal amigo. El de la realidad parece ser más bien un altruista visionario, una especie de versión actualizada del sueño americano. Quizá todas estas facetas de Zuckerberg estén ahí en mayor o menor medida, pero los recursos maniqueístas empleados en el guión resaltan solo su lado más polémico, evidentemente, el lado que más vende en taquilla. No me entiendan mal, yo no iría a ver una película sobre las infinitas horas que Zuckerberg se pasó programando solo ante su portátil, por muy genio que sea. Aristóteles ya lo decía en su Poética: el público quiere ver drama, conflicto. Pero, Aristóteles, ¿y si no hay conflicto en una historia verdadera? Pues te lo inventas, parece ser.
Por supuesto que esto no es algo que haya surgido con La red social. El bueno de Salieri es para muchos el compositor frustrado que mató a Mozart. En la realidad, no hay nada que pueda constatar semejante afirmación. Pero en Amadeus, de Milos Forman, así figura, y eso cala en la mente del público. ¿Se retorcerá Salieri en su tumba? Probablemente a estas alturas no le importe demasiado, pero no deja de ser una injusticia.
Pero si nos ponemos así, habría que decirle a Shakespeare: “Sir William, te has inventado gran parte de las vidas de Julio César y Enrique V, y lo sabes. Y el discurso de San Crispín… ¿Acaso estuviste ahí?”
Como vemos, no es nada nuevo manipular la realidad para servir algún propósito narrativo. Y el público lo acepta… aunque no siempre. Saco a colación el caso de El Patriota, a mi gusto una gran película de época ambientada en la guerra de la independencia estadounidense. Pues bien, esta película recibió duros varapalos por la crítica y el público por ser poco fiel a los acontecimientos de la realidad… Era una película de Ronald Emmerich, el hombre que nos regaló Soldado Universal, Independence day y Godzilla, entre otras. ¿Y el público de repente le exige rigor? Son reacciones cuanto menos arbitrarias, porque Tarantino se carga a Hitler en un cine regentado por judíos y a nadie le parece raro…
Pero me desvío. Los acontecimientos de La red social no pasaron hace varios siglos. Las sesiones con los abogados que muestra la película ocurrieron en la realidad en 2008. Por esto se me antoja más delicado el proceso de adaptación. Son sucesos muy recientes. Desde luego al imperio de Facebook no le ha venido mal la publicidad, ni su valor se ha visto mermado. Sencillamente, resulta violento que cojan temas personales delicados como el hundimiento de una amistad o un noviazgo, los manipulen, y conviertan en productos comerciales de palomitas para el deleite de millones de espectadores. Y sigo sosteniendo que el resultado es intachable. Pero… chirría.
Aaron Sorkin basó su guión de La red social en el libro de Ben Mezrich, The accidental billionaires. Y el director David Fincher una y otra vez dijo que él quería, ante todo, contar una buena historia. Al ser el guión una adaptación de un libro en vez de directamente de la realidad, y al hacer sabida la intención prioritaria de Fincher, parece que hay cierto margen para lavarse las manos de cara a las injurias en que se pueda incurrir en la narración. A pesar de esto, es relevante destacar que David Fincher prohibió a sus actores conocer a sus personajes en la realidad mientras estuviese teniendo lugar la filmación. ¿Sería consciente de que no estar haciendo justicia a la realidad?
Entiendo las pocas ganas de desaprovechar la trama de este millonario precoz, pero hay maneras de inspirarse en la realidad para contar una historia "ficticia". Hablo del caso de Ciudadano Kane, de Orson Welles, que supo hacer de este largometraje un dardo envenenado apuntado a William Randolph Hearst. Welles en ningún momento menciona siquiera el nombre del magnate de la prensa sensacionalista. Claro que hay que ser Welles para que esto dé buen resultado…
Después de esta divagación, me calma ver que la polémica de La red social no pasara a mayores. Sería muy cutre ver a Zuckerberg intentar sacar tajada por indemnizaciones. Pero lejos de esto, el tipo incluso se tomó tanta calumnia con humor. Me sorprendió gratamente ver al mismísimo Mark Zuckerberg en Saturday Night Live hacer parodia de sí mismo. Algunos lo pueden ver como una forma de expiación por los actos reprobables que la película de Fincher mostró al mundo. Pero no creo que vayan por ahí los tiros. Zuckerberg sí dijo lo siguiente al respecto de La red social: “Hacemos productos que 500 millones de personas utilizan; que 5 millones vean la película no importa realmente”.
http://www.intereconomia.com/blog/cuarta-pared/basado-historia-real-20110131
viernes, 28 de enero de 2011
Black Swan, o en búsqueda de la identidad
A veces me recordó a mi película preferida: Persona, de Ingmar Bergman. En parte porque ambas comparten a dos protagonistas femeninas antagónicas y bellísimas (Portman y Mila Kunis aquí; Bibi Andersson y Liv Ulhman en aquella); las dos películas son profundamente psicológicas y abiertas; y porque en torno al final las identidades respectivas se confunden y se desdibujan -- no todo queda claro. Al mismo tiempo, las dos giran en torno a un elemento sexual subyacente, ambiguo y 'liberador' en cierto sentido.
Como eje central se encuentra la brillante actuación de Natalie Portman en el papel de Nina, ballerina en búsqueda de la perfección -- e inconsciente del riesgo que ello acarrea. Portman cautiva en todo momento, mediante una mezcla de ingenua fragilidad y neurosis de ojos abiertos de par en par. Su descenso a los infiernos -- artísticos y emocionales -- es totalmente convincente.
Darren Arronofsky, director de la película, combina destreza cinematográfica con audacia narrativa, recordando a veces a lo mejor de Kubrick. Black Swan es una película intensa y peculiar, melodramática e imbuida de terror psicológico. En último término, está llena de elementos extremos y a priori irreconciliables: se caracteriza en ocasiones por lo visceral de sus imágenes, pero también por su lirismo (la misma primera escena, por ejemplo; la caída final, etc), gracias a una fotografía y montaje vertiginosos. La última media hora, que nada tiene que envidiar a la peor de las pesadillas, culmina en un clímax digno de una tragedia griega: el destino de Nina parecía estar definido desde el principio de manera inevitable.
domingo, 23 de enero de 2011
Poema de mañana de un domingo de hambre
Sólo me quedan cuentos y unas cuantas nubes de mendigo
Ni veranos imposibles con ficciones y diálogos de azul
Ni travesías adormecidas con planas visiones de autobús
Todo ya caduco y quieto, el tiempo debe ser a quien persigo
Mientras miro a aquel niño en el muelle de la eternidad
Solo y silencioso, con un puñado de lluvia en su mochila
Anhelando esa estrella que aparece y el viento mutila
Cazando sueños con la escopeta robada de un abad
Recuerdos de mi abuelo
Mi abuelo Matías, como todo buen abuelo, fue una persona que, ante todo, concedió a sus nietos infinidad de caprichos que nunca habría permitido a sus propios hijos. Desde pequeños nos inculcó en el arte del buen comer, esto es, atiborrándonos de dulces y frutos secos y chocolates ante la grave mirada de nuestra abuela que, asustada, nos amenazaba con un futuro temible dolor de barriga en caso de seguir así. Nos transmitió el arte de la música clásica hasta tal punto de que se han convertido, para mí, en dos elementos inseparables -- no puedo escuchar a, digamos, Tchaikovsky o Chopin sin pensar en él. Su casa estaba llena de CDs y vinilos y cables y artilugios de alta fidelidad; la casa, en el barrio madrileño de Aluche, respiraba música por todos sus rincones polvorientos. Nos ponía películas los fines de semana (grabadas en cintas Betamax directo de Televisión Española) como Superman, Fantasía, Indiana Jones o las de James Bond con Roger Moore, cosa que a mi padre no le hacía tanta gracia por sus frecuentes escenas subiditas de tono. Nos llevaba al parque de atracciones y al cine cada dos por tres y nos compraba juguetes como los del Capitán Planeta o el Vengador Tóxico. En resumen, nos trataba como a reyes a mis hermanos y a mí – ir a casa de mis abuelos paternos los sábados era una aventura, siempre a la espera de descubrir algo nuevo que aprender de mi abuelo.
Matías era una persona con aficiones que han pasado de generación en generación. La fotografía y la música le apasionaban; de no ser por él, mi casa no sería el escenario musical que suele ser todos los días, con cada hermano tocando el violín o el piano o la guitarra a todas horas, o simplemente poniendo música en el iPod a todo volumen, haciendo que mi madre se vuelva loca. Hacía fotos en todo momento, siempre armado con su fiel cámara Nikon. No era una persona que leyese mucho, pues su esencia se encontraba en lo práctico e inmediato. Casi todos los días se iba al Auditorio Nacional, solo o acompañado de mi abuela, a oír un concierto.
El día que Matías murió, una de mis hermanas, que no tendría más de 6 años, irrumpió en mi cuarto, donde dormía con mi hermano pequeño. Nos despertó a los dos entre sollozos y, con la puerta media abierta y la voz entrecortada, lloró ‘Matías se ha muerto’ y se fue corriendo por el pasillo enmoquetado. Por entonces vivíamos en Inglaterra, y la noticia venida desde España en la distancia la teñía de más dolorosa aún. Mi hermano y yo nos miramos fugazmente y nos giramos sobre las camas, mudos por completo.
Esa misma tarde, contaría mi madre años después, mi hermana estaba en el jardín lanzando papeles al aire con palabras escritas, entre la impotencia y las lágrimas. Decía que quería que llegasen al cielo para que Matías los pudiese leer, pero que siempre se caían.