domingo, 26 de septiembre de 2010

Anna Karina en 'Vivre sa vie'



Sin duda una de mis películas favoritas (entre las mejores de Godard, sin duda). En la escena la protagonista se emociona en una sala de cine vacía al ver La pasión de Juana de Arco de Dreyer. Es una escena preciosa.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Broken Toe Blues



Llevaba esperando en la vía del tren unos diez minutos. Eran las once y media de la noche y la estación estaba vacía. De pronto, a mi derecha, se abrieron las puertas del ascensor, de donde salió un hombre negro, alto y corcovado, con un bolsa de plástico en la mano y canas en las barbas. Vestía harapos de chándal y caminaba con dejadez. Se sentó a mi lado en el banco.

“No sabes lo difícil que es caminar con los dedos de los pies rotos”, fue lo primero que dijo. Ante tan rotunda e inesperada afirmación, me quedé atónito. Eché la mirada hacia abajo y vi que calzaba unas zapatillas gastadas y andrajosas, con las puntas rotas. Por debajo sobresalía una maraña de vendas mal puestas. Le pregunté que por qué no iba a un hospital o algo. “No, si ya fui”, dijo con una sonrisa “y sólo me pusieron estas malditas vendas”. Le dije que vaya, que suerte con la recuperación, aun sin saber cuánto tiempo tardaría en curarse. “Para un hombre de mi edad, unos seis meses o así. Eso me dijeron”. Le dije que lo sentía. “Sabes, en realidad aparento ser más joven de lo que soy. Tengo sesenta años”. Le repliqué que sí, que de verdad parecía más joven. “Tengo un hijo de cuarenta años por ahí, aunque no sé dónde exactamente”.

Sus dedos aferraban un cigarro apagado como si de un rosario se tratara. “¿Tienes cerillas o algo?”. Le di mi mechero del 7-Eleven y se encendió el cigarrillo. Echó una bocanada de humo. “Bueno, ¿y tú de dónde eres?” Le expliqué que venía de España, pero que había vivido en Inglaterra unos años – de ahí ‘my funny accent’, como lo llamó. “Ajá, ¡así que eres un mentiroso! ¡Los engañas a todos!”, me dijo. Los dos nos reímos.

Entre chirridos y temblores y luces, llegó un tren. Se dirigía al Loop del centro de Chicago, pero no era el mío. El hombre se levantó pesadamente con un bufido. “Este es mi tren”. Nos dimos la mano. “Un placer haberte conocido”. Respondí que lo mismo. Pero el tren no se detuvo delante de nosotros, sino a unos extenuantes treinta metros. “Aw, mierda”, exclamó. Y con torpes pasos de pingüino herido se dirigió al vagón más cercano, agitando la bolsa de plástico y lanzando vociferios de dolor.

viernes, 17 de septiembre de 2010

Dreamtigers



En la infancia yo ejercí con fervor la adoración del tigre: no el tigre overo de los camalotes del Paraná y de la confusión amazónica, sino el tigre rayado, asiático, real, que sólo pueden afrontar los hombres de guerra, sobre un castillo encima de un elefante. Yo solía demorarme sin fin ante una de las jaulas en el Zoológico; yo apreciaba las vastas enciclopedias y los libros de historia natural, por el esplendor de sus tigres. (Todavía me acuerdo de esas figuras: yo que no puedo recordar sin error la frente o la sonrisa de una mujer.) Pasó la infancia, caducaron los tigres y su pasión, pero tadavía están en mis sueños. En esa napa sumergida o caótica siguen prevaleciendo y así: Dormido, me distrae un sueño cualquiera y de pronto sé que es un sueño. Suelo pensar entonces: Éste es un sueño, una pura invención de mi voluntad, y ya que tengo un ilimitado poder, voy a causar un tigre.
¡Oh, incompetencia! Nunca mis sueños saben engendrar la apetecida fiera. Aparece el tigre, eso sí, pero disecado o endeble, o con impuras variaciones de forma, o de un tamaño inadmisible, o harto fugaz, o tirando a perro o a pájaro.

JORGE LUIS BORGES, El Hacedor (1960)

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Nick Drake - Place to be



When I was young, younger than before
I never saw the truth hanging from the door
And now I'm older see it face to face
And now I'm older gotta get up clean the place.

And I was green, greener than a hill
Where flowers grew and the sun shone still
Now I'm darker than the deepest sea
Just hand me down, give me a place to be.

And I was strong, strong in the sun
I thought I'd see when day is done
Now I'm weaker than the palest blue
Oh, so weak in this need for you.

Encuentros trascendentales: David Shultz



Aquel verano de 2007 fue un verano especial. Se acabó 2º de Bachillerato y, con ello, una etapa importante de mi vida. Pocos meses después empezaría la Universidad, momento que aún parecía lejano, aunque llegaría tarde o temprano. Pero aún quedaba tiempo. Tiempo de sobra, para hacer de todo haciendo nada, vagueando en la piscina con un libro en la mano o de fiesta con los amigos. Lo que fuera: el colegio se había terminado, y eso es lo único que importaba.

Gran parte de ese verano lo dediqué a escuchar música. Y a escribir sobre ella. En plena euforia de descubrimiento musical (que, gracias a Dios, aún no ha llegado a su fin), decidí contribuir a una página web americana especializada en música independiente, arte y cine. Se llamaba Lost At Sea. Envié un e-mail, detallando mi pasión por la música y mi entusiasmo por poder escribir acerca de ella en semejante sitio, etc. Al cabo de unos días recibí un e-mail del editor, diciendo que me aceptaban.

A partir de entonces sólo me quedaba esperar a los CDs que venían desde Estados Unidos. Era fácil: yo elegía los álbumes de los que quería hacer una crítica, el editor contactaba con el sello discográfico y, alrededor de una semana después, me llegaban a casa por correo. Más de una mañana esperé con ansiedad a que llegase el cartero.

Mi primera crítica fue destructiva. Y es que el disco de verdad era horrendo: una colección de canciones emo con tintes de country y letras sensibleras de adolescente lastimado. Al editor le hizo mucha gracia, o eso me dijo. El resto de los discos sí fueron merecedores de una buena calificación. Entre ellos estaba el por entonces último disco de Wilco, uno de mis grupos preferidos. Se llamaba Sky Blue Sky y, si no me equivoco, le puse un notable.

El caso es que pocos días después de que la crítica saliese a la luz, recibí un e-mail de un desconocido. Se llamaba David Shultz y, según me contaba, era un joven cantautor de Richmond, Virginia. Me dijo que le encantó mi crítica del disco de Wilco, del cual él también era fan, y que si no me importaría escribir sobre su nuevo disco, Sinner's Gold. Le respondí que por supuesto. Recibí su disco a los pocos días, con una nota escrita a mano que decía 'Dear Pablo. Hope you enjoy the music. Got some new songs on my mind'. Escuché el disco, compuesto por canciones de folk acústico, melodías pop ocasionales y letras intimistas. Sin ser el descubrimiento del siglo, me gustó mucho. De alguna manera, debido al extraño modo en que "conocí" a Shultz, escuchando sus canciones sentí una leve sensación de familiaridad, como si se de un amigo de toda la vida se tratase.

Y es que sí, en efecto, fue lo que llamo uno de esos "encuentros trascendentales" -- cuando llegan, llegan con toda su fuerza y dejan su marca. No siempre te confía alguien sus canciones para que escribas sobre ellas. Y ahora, tres años después vuelvo a escribir sobre Shultz por el simple hecho de que una de sus canciones me salió en el shuffle del iPod. De súbito, recordé cómo sus canciones llegaron a mí, y sólo pude sonreir. Esté donde esté ahora, le deseo mucha suerte.

Os dejo con una de las canciones del disco:
Can't Can't

Página oficial de David Shultz & the Skyline
Crítica de Sinner's Gold

viernes, 10 de septiembre de 2010

Phoenix - 1901

Cartier-Bresson y el momento decisivo



“To take photographs means to recognize – simultaneously and within a fraction of a second – both the fact itself and the rigorous organization of visually perceived forms that give it meaning. It is putting one’s head, one’s eye and one’s heart on the same axis.”

Aprovechando que los jueves la entrada es gratis, ayer fui al Art Institute of Chicago. Estuve gran parte de la tarde en la exposición temporal sobre el célebre fotógrafo francés Henri Cartier-Bresson. Me encantó, por supuesto.

Su Leica revela precisamente eso, el momento decisivo, que queda congelado y deviene irrecuperable. Dentro de la colección había fotos de todo tipo: curiosas, sensuales, oníricas, etc. Muchos retratos de intelectuales de la época también, como los de un jovencísimo Truman Capote o de un anciano Ezra Pound.

Si hay algo que caracteriza gran parte de ellas es esa palpable sensación de melancolía en blanco y negro. En todas ellas se percibe cómo el tiempo pasa -- o pasó. Sólo la fotografía es capaz de plasmar esto. Como él mismo dijo, mientras que el arte es meditación, la fotografía es una reacción inmediata.

jueves, 9 de septiembre de 2010

T. S. Eliot y la búsqueda de la eternidad



Our only health is the disease
If we obey the dying nurse
Whose constant care is not to please
But to remind of our, and Adam's curse,
And that, to be restored, our sickness must grow worse.

Esta semana volví a leer Cuatro Cuartetos, de T. S. Eliot, aunque 'volver a leer' no es más que un decir. A eso de los 17 años, un profesor me lo recomendó (tras haberme prestado un ejemplar de 1942 de La tierra baldía, en versión original y con las páginas amarillentas) -- entonces la poesía era para mí un mundo absolutamente desconocido, y mis esfuerzos por entenderla solían ser, cuanto menos, en vano. Digamos, entonces, que es como si la hubiese leído por primera vez. Únicamente recordaba algunos pasajes concretos y la temática general, y en ningún momento pensé que su impacto iba a (volver a) ser tan grande.

La poesía de Eliot, considerado el mejor poeta en lengua inglesa del siglo XX, es una poesía de ideas. Aparte de ser impecable desde el punto de vista de la forma, Eliot logra transmitir una sensación de trascendencia de principio a fin; se trata de pura poesía metafísica (o metafísica poética, si cabe), anclada en lo terrenal, eso sí, pero siempre en busca de las cualidades espirituales que separan al hombre de lo animal. De alguna manera, Eliot consigue expresar mediante palabras lo que ni las palabras pueden expresar por sí solas.

Las palabras de Eliot ebullen con ansiedad por encontrar algo superior a lo meramente humano. Eliot se empeña, a lo largo de los cuatro cuartetos, en elevar a la persona, imperfecta en todo su ser, a la perfección anhelada. Eso sí: consciente, en todo momento, de la mundanidad de lo meramente terrenal, pero sin perder de vista todo aquello (tanto sus limitaciones como sus aspiraciones ulteriores) que hacen al individuo un ser tan particular. En su día dicha obra fue criticada por ser 'abiertamente cristiana', lo cual no deja de ser un poco desconcertante. De todos modos, aun influida tanto por el cristianismo y religiones orientales, Cuatro Cuartetos es, sobre todo, abiertamente humana.

Sus reflexiones sobre el tiempo, concebido como irredimible en su constante movimiento, irreversible y, sí, eterno, laten con una profundidad y belleza impensables. "Only through time time is conquered"; pero el tiempo no fue ni será, simplemente es ("And all is always now"), moviéndose perpetua e inexorablemente en su quietud. "If all time is eternally present / All time is unredeemable".

Eliot ante todo se muestra a sí mismo como otra persona más, atento a todo lo imperfecto que le rodea y ansioso, al mismo tiempo, por alcanzar la perfección inalcanzable. La humildad -- y no la soberbia -- quizá sea la vía idónea para seguir dicho camino: "The only wisdom we can hope to acquire / Is the wisdom of humility: humility is endless". Así, la verdadera virtud yace en el intento honesto y no tanto en el resultado final. A fin de cuentas, éste no depende de nosotros, puesto que "For us, there is only the trying. The rest is not our business". Eliot, sin embargo, no desiste y, en todo momento, es consciente de que lo eterno está ahí, en alguna parte -- de nada sirve pretender encontrarlo si antes no se sale a la búsqueda. La poesía de Eliot, en cualquier caso, es un reflejo perfecto de dicha pretensión, aparte de un canto a lo contradictorio de lo humano y lo divino.

sábado, 4 de septiembre de 2010

Poema

Leí este poema el otro día y me dejó a-no-na-da-do.



Te amo por ceja, por cabello, te debato en corredores
blanquísimos donde se juegan las fuentes de la luz,
te discuto a cada nombre, te arranco con delicadeza de cicatriz,
voy poniéndote en el pelo cenizas de relámpago y
cintas que dormían en la lluvia.
No quiero que tengas una forma, que seas
precisamente lo que viene detrás de tu mano,
porque el agua, considera el agua, y los leones
cuando se disuelven en el azúcar de la fábula,
y los gestos, esa arquitectura de la nada,
encendiendo sus lámparas a mitad del encuentro.
Todo mañana es la pizarra donde te invento y te dibujo,
pronto a borrarte, así no eres, ni tampoco con ese
pelo lacio, esa sonrisa.
Busco tu suma, el borde de la copa donde el vino
es también la luna y el espejo,
busco esa línea que hace temblar a un hombre en
una galería de museo.
Además te quiero, y hace tiempo y frío.

Julio Cortázar, Ultimo round