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lunes, 25 de abril de 2011

The revolution will be televised



A medida que las revueltas en el mundo árabe continúan ante la comodidad de los telespectadores, Rebecca Black destrona a Justin Bieber y Lady Gaga, sobrepasando con creces las 100 milliones de visitas de su 'Friday'. La guerra y la barbarie se convierten en lo más normal del mundo y lo cutre y obvio, enmascarado bajo un pop facilón y pueril, resulta ser la clave del éxito -- en Youtube y, por tanto, en general.

Independientemente de este choque de civilizaciones, abierto por una brecha entre lo doloroso y lo banal, en estas nuestras tierras el país entero se paraliza ante el acontecimiento nacional más importante de todos: el Clásico que enfrenta al Real Madrid y al Barcelona, que esta vez se convierte en una pugna de cuatro escalones y, para alegría de muchos (entre los que me incluyo), aún quedan los dos últimos peldaños. Panis et circenses para unos, quizá (y bien, en parte tienen razón) -- ¡pero que alguien me diga que esa final de la Copa del Rey no fue buena!

Mientras, en la madriguera de un inicio primaveral soleado y una Semana Santa pasada por agua -- y ante la inminencia de los exámenes finales --, he aprovechado para leer, ver mucho cine y escuchar mucha música. Si bien llegué tarde a la fiesta, he de decir que la primera temporada de Lost es increíble. Para bien o para mal, ya estoy oficialmente enganchado. Lo mismo puedo decir de The Pacific, que por el momento parece ser un más que digno complemento a Hermanos de sangre. He vuelto a ver algunas peliculas, como Heat (1995, Michael Mann), gran película sobre el crimen organizado en Los Ángeles, que cuenta con el duelo interpretativo entre Al pacino y Robert De Niro como principal atractivo, y la archiconocida Origen, que sigue aportando la tercera vez que la veo. Donde viven los monstruos es otra pelicula a la que le he dado vueltas, más que nada porque no es una pelicula para niños. La vi con mis hermanas pequeñas y dijeron que era "demasiado rara", no ya por los grotescos monstruos en sí, sino mas que nada por ese tono ocre y meláncolico que cubre sus escenas. Trata sobre la pérdida de la inocencia sobre todo, y de ahí su tristeza.

Algo de lo que he leído últimamente ha sido bueno. Falconer, de John Cheever deja en entredicho la habilidad del autor como novelista; su maestría con los relatos cortos es innegable, pero esta obra es monótona y rayana en lo banal. The Corrections de Jonathan Franzer, elogiada desde el 2001 como una gran sátira sobre la clase media americana y su fútil existencia, me pareció pomposa hasta el punto de aburrir; de sus 650 páginas no pasé de la 500. La última novela de Paul Auster, Sunset Park, empieza de manera magistral y engancha como pocas, pero el último tercio de la novela no llega a culminar todo lo anterior. Está claro que Auster se hace mayor, y su mayor flaqueza es precisamente esa: un comienzo muy prometedor y un desenlace que no está a la altura. Es algo que lleva haciendo desde La noche del oráculo, con lo que tampoco es que me sorprenda.

Eso sí, no todo han sido desencantos y decepciones: Rilke me ha apasionado con sus Cartas a un joven poeta, sobre todo sus comentarios sobre la soledad, elemento casi inherente a la labor creativa; Saul Bellow en Him With His Foot In His Mouth, gracioso relato sobre un anciano carcomido por el arrepentimiento, etc. No ha pasado un día de estas últimas semanas en que no haya leído algo de poesía de Dylan Thomas, que rápidamente se está convirtiendo en uno de mis preferidos. Se trata de un ejemplar de segunda mano de Collected Poems 1934-1952, publicado en 1971, que compré cerca de Columbia University en el verano del 2005. Sus páginas huelen a viejo y a pasado.

Quizá el mayor descubrimiento haya sido Against Interpretation de Susan Sontag, una de las pensadoras más iluminadoras del siglo pasado. Se trata de una colección de ensayos que versan sobre distintos temas, desde la contraposición entre forma y estilo y la literatura de Camus hasta el cine de ciencia ficción de los 50. En todos y cada uno de ellos Sontag se muestra como alguien brillante y al mismo tiempo muy cercana, con un ojo incisivo para todo. Me quedo también con su definición particular del escritor: "My idea of a writer: someone who is interested in everything".

Por último, tengo que decir que el último disco de Fleet Foxes es increíble. Todo el mundo tiene que escucharlo. Melodía y belleza en estado puro; a veces es demasiado bonito. Tras su increíble debut, Pecknold y compañía asombran de nuevo.

lunes, 31 de enero de 2011

¿Basado en una historia real?



Reproduzco aquí, aun sin su permiso explícito, el último post del blog de mi hermano -- creo que merece la pena:

La red social me gustó mucho. Gran guión con grandes diálogos. Actuaciones sorprendentes de un prometedor elenco de actores jóvenes. Una banda sonora austera pero acertada. Muy buena fotografía, en especial en la escena de la regata. Y a pesar de todo esto, había algún aspecto de la película que chirriaba en mi mente.

Tras meditarlo e informarme, di con que causaba esa desazón. La red social es una historia verdadera contada a base de mentiras. Cabe entender que al condensar la realidad en una película de dos horas el guionista se tome ciertas licencias, para que la historia fluya de manera cohesiva y suscitando el interés del público. Pero en este proceso de adaptación, resulta interesante como mantenerse fiel a la realidad no está entre sus prioridades. Si esto sucede, ¿es porque la historia no era muy interesante tal y como pasó? En ese caso, ¿procede añadirle ingredientes ficticios para dar lugar a un buen guión, aunque los nuevos ingredientes se acerquen peligrosamente a la calumnia?

El Mark Zuckerberg de la película es un inepto social, impertinente y mal amigo. El de la realidad parece ser más bien un altruista visionario, una especie de versión actualizada del sueño americano. Quizá todas estas facetas de Zuckerberg estén ahí en mayor o menor medida, pero los recursos maniqueístas empleados en el guión resaltan solo su lado más polémico, evidentemente, el lado que más vende en taquilla. No me entiendan mal, yo no iría a ver una película sobre las infinitas horas que Zuckerberg se pasó programando solo ante su portátil, por muy genio que sea. Aristóteles ya lo decía en su Poética: el público quiere ver drama, conflicto. Pero, Aristóteles, ¿y si no hay conflicto en una historia verdadera? Pues te lo inventas, parece ser.

Por supuesto que esto no es algo que haya surgido con La red social. El bueno de Salieri es para muchos el compositor frustrado que mató a Mozart. En la realidad, no hay nada que pueda constatar semejante afirmación. Pero en Amadeus, de Milos Forman, así figura, y eso cala en la mente del público. ¿Se retorcerá Salieri en su tumba? Probablemente a estas alturas no le importe demasiado, pero no deja de ser una injusticia.

Pero si nos ponemos así, habría que decirle a Shakespeare: “Sir William, te has inventado gran parte de las vidas de Julio César y Enrique V, y lo sabes. Y el discurso de San Crispín… ¿Acaso estuviste ahí?”

Como vemos, no es nada nuevo manipular la realidad para servir algún propósito narrativo. Y el público lo acepta… aunque no siempre. Saco a colación el caso de El Patriota, a mi gusto una gran película de época ambientada en la guerra de la independencia estadounidense. Pues bien, esta película recibió duros varapalos por la crítica y el público por ser poco fiel a los acontecimientos de la realidad… Era una película de Ronald Emmerich, el hombre que nos regaló Soldado Universal, Independence day y Godzilla, entre otras. ¿Y el público de repente le exige rigor? Son reacciones cuanto menos arbitrarias, porque Tarantino se carga a Hitler en un cine regentado por judíos y a nadie le parece raro…

Pero me desvío. Los acontecimientos de La red social no pasaron hace varios siglos. Las sesiones con los abogados que muestra la película ocurrieron en la realidad en 2008. Por esto se me antoja más delicado el proceso de adaptación. Son sucesos muy recientes. Desde luego al imperio de Facebook no le ha venido mal la publicidad, ni su valor se ha visto mermado. Sencillamente, resulta violento que cojan temas personales delicados como el hundimiento de una amistad o un noviazgo, los manipulen, y conviertan en productos comerciales de palomitas para el deleite de millones de espectadores. Y sigo sosteniendo que el resultado es intachable. Pero… chirría.

Aaron Sorkin basó su guión de La red social en el libro de Ben Mezrich, The accidental billionaires. Y el director David Fincher una y otra vez dijo que él quería, ante todo, contar una buena historia. Al ser el guión una adaptación de un libro en vez de directamente de la realidad, y al hacer sabida la intención prioritaria de Fincher, parece que hay cierto margen para lavarse las manos de cara a las injurias en que se pueda incurrir en la narración. A pesar de esto, es relevante destacar que David Fincher prohibió a sus actores conocer a sus personajes en la realidad mientras estuviese teniendo lugar la filmación. ¿Sería consciente de que no estar haciendo justicia a la realidad?

Entiendo las pocas ganas de desaprovechar la trama de este millonario precoz, pero hay maneras de inspirarse en la realidad para contar una historia "ficticia". Hablo del caso de Ciudadano Kane, de Orson Welles, que supo hacer de este largometraje un dardo envenenado apuntado a William Randolph Hearst. Welles en ningún momento menciona siquiera el nombre del magnate de la prensa sensacionalista. Claro que hay que ser Welles para que esto dé buen resultado…

Después de esta divagación, me calma ver que la polémica de La red social no pasara a mayores. Sería muy cutre ver a Zuckerberg intentar sacar tajada por indemnizaciones. Pero lejos de esto, el tipo incluso se tomó tanta calumnia con humor. Me sorprendió gratamente ver al mismísimo Mark Zuckerberg en Saturday Night Live hacer parodia de sí mismo. Algunos lo pueden ver como una forma de expiación por los actos reprobables que la película de Fincher mostró al mundo. Pero no creo que vayan por ahí los tiros. Zuckerberg sí dijo lo siguiente al respecto de La red social: “Hacemos productos que 500 millones de personas utilizan; que 5 millones vean la película no importa realmente”.

http://www.intereconomia.com/blog/cuarta-pared/basado-historia-real-20110131

viernes, 28 de enero de 2011

Black Swan, o en búsqueda de la identidad



Black Swan ha dado mucho que hablar, y con razón. No es una película fácil de digerir y, conforme pasa el tiempo, más y más pienso en ella. Huye de la descripción fácil y quizá no sea para todos los gustos, pero, en cualquier caso, se trata de una gran película. Se podrá hablar de sus raíces freudianas, de su estética de arte y ensayo y de su simbolismo recurrente; lo que importa es que de manera directa Black Swan aterra y sorprende.

A veces me recordó a mi película preferida: Persona, de Ingmar Bergman. En parte porque ambas comparten a dos protagonistas femeninas antagónicas y bellísimas (Portman y Mila Kunis aquí; Bibi Andersson y Liv Ulhman en aquella); las dos películas son profundamente psicológicas y abiertas; y porque en torno al final las identidades respectivas se confunden y se desdibujan -- no todo queda claro. Al mismo tiempo, las dos giran en torno a un elemento sexual subyacente, ambiguo y 'liberador' en cierto sentido.

Como eje central se encuentra la brillante actuación de Natalie Portman en el papel de Nina, ballerina en búsqueda de la perfección -- e inconsciente del riesgo que ello acarrea. Portman cautiva en todo momento, mediante una mezcla de ingenua fragilidad y neurosis de ojos abiertos de par en par. Su descenso a los infiernos -- artísticos y emocionales -- es totalmente convincente.

Darren Arronofsky, director de la película, combina destreza cinematográfica con audacia narrativa, recordando a veces a lo mejor de Kubrick. Black Swan es una película intensa y peculiar, melodramática e imbuida de terror psicológico. En último término, está llena de elementos extremos y a priori irreconciliables: se caracteriza en ocasiones por lo visceral de sus imágenes, pero también por su lirismo (la misma primera escena, por ejemplo; la caída final, etc), gracias a una fotografía y montaje vertiginosos. La última media hora, que nada tiene que envidiar a la peor de las pesadillas, culmina en un clímax digno de una tragedia griega: el destino de Nina parecía estar definido desde el principio de manera inevitable.


sábado, 13 de noviembre de 2010

lunes, 18 de octubre de 2010

Lookin' for the blues

Os dejo con el último corto de mi hermano, un proyecto que ha hecho en la North Carolina University. Es un documental sobre un cantante de blues local que desapareció bajo misteriosas circunstancias sin dejar rastro.

Resulta que el pobre era ciego, fue criado por una familia de negros (sus padres biológicos eran oftalmólogos profesionales y le abandonaron creyendo que debido a él no atraerían más clientes), y al darse cuenta de que no era negro, sino blanco, su mundo se vino abajo. Y se esfumó -- nadie sabe nada de él.

Merece la pena; está en inglés, por cierto.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Anna Karina en 'Vivre sa vie'



Sin duda una de mis películas favoritas (entre las mejores de Godard, sin duda). En la escena la protagonista se emociona en una sala de cine vacía al ver La pasión de Juana de Arco de Dreyer. Es una escena preciosa.