Estoy leyendo Derecho y sentido común, del maestro jurista Álvaro d'Ors, que tanto me enseñó con su notorio manual de Derecho Romano. Se trata de un librito de apenas 200 páginas . Consiste en 'siete lecciones de derecho natural como límite del derecho positivo'. Es un libro relevante, porque hoy en día parece que el sentido común, efectivamente, es el menos común de los sentidos, y no sólo en cuanto a la ciencia jurídica se refiere. "Basta para un jurista", dice el autor "ver sencillamente las cosas como son". Evitemos, pues, complicaciones innecesarias y vayamos al meollo del asunto, ¿no?. Es más complejo de lo que parece, por lo visto -- pero no tiene por qué serlo.
El sentido común es (o debería ser) la base esencial de cualquier mente jurista; pero no existe un derecho al sentido común, sino que parece, en la actualidad, que se trata más bien de un privilegio. Y es una pena porque da la sensación de que quienes gobiernan carecen del mínimo. Por tanto, sin la base del sentido común lo único que se consigue no es una justicia ciega, sino una justicia tuerta, que sólo mira para un lado, allá donde le conviene, ajena a lo verdaderamente justo, atendiendo antes a intereses privados que al bien común universal.
Esta carencia de sentido común queda plasmada en diversas vertientes del mundo jurídico, dando lugar a errores lamentables de a veces difícil reparación. Por ejemplo, ¿cuándo se darán cuenta 'los de arriba' de que igualdad no supone tratar de la misma manera a todos? Los artífices de esta nueva 'igualdad', tan moderna y progre, no caen en que igualdad no es dar a cada uno lo mismo, sino a cada uno lo suyo. Por otra parte, el infame Ministerio de la Igualdad no es más que una creación inútil y simiesca -- al fin y al cabo, la Constitución en su artículo 14 da un respaldo más que notable al impulso de esta igualdad efectiva. Sin embargo, cuanto más se empeñan en desarrollar esta supuesta igualdad, con su acción positiva y demás, más ahondan en una discriminación silenciosa pero igualmente dañina. Tratar desigualmente a los desiguales tambíen es una manifestación de la igualdad, pero no: ¡igualdad para todos, en la misma medida!
Problemas de esta índole tienen su raíz en, así es, el conflicto jurídico eterno: el derecho natural vs. derecho positivo. El olvido de lo natural trae consigo una frivolización de todo lo demás, y por ello con frecuencia parece que somos personas no porque forme parte de nuestra naturaleza intrínseca, sino porque las leyes y los convenios de derechos humanos así lo dictan. Antes que reconocer lo que somos inherentemente, las leyes codificadas parecen hacernos lo que somos: otorgan en vez de declarar, y así no son las cosas. Toda ley es justa y cierta por el mero hecho de ser ley, entonces, y no por su correspondiente participación de lo natural. O al menos eso es lo que nos quieren hacer pensar.
D'Ors parte de una definición de Graciano para describir el Derecho Natural. Lo importante es que esté cimentado en la Verdad (con mayúscula, que conste), que es, a fin de cuentas, fundamento del sentido común, el cual debe siempre ajustarse a ella. Este es el problema de nuestro tiempo y el origen de la espeluznante crisis de valores que a todos nos afecta -- la crisis económica, por así decirlo, es lo de menos. No es sino una de las muchas manifestaciones de la rampante pérdida de valores.
Quizá por eso el sentido común esté tan abandonado: porque sin un apoyo claro y objetivo, sin un punto de referencia fijo, ¿en qué se fundamenta uno para ejercer según éste? Así, lo anormal se convierte en lo normal, y la excepción en la regla. ¿En qué nos fijaremos entonces?
''las leyes codificadas parecen hacernos lo que somos: otorgan en vez de declarar, y así no son las cosas.''
ResponderEliminarPues sí, parece que cada vez más la ley en vigor se identifica con la ley moral, siendo esta una ley pseudomoral sacada de la manga de los legisladores. Otra ejemplo más:
http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Supremo/aleman/establece/desconectar/respirador/enfermo/delito/elpepusoc/20100625elpepusoc_4/Tes
Me ha picado la curiosidad. Próximo libro para leer apuntado.
ResponderEliminarGracias.
Saludos,
Sara.
Creo que la ley no tiene por qué tener una relación inherente con al moral y los valores.
ResponderEliminarA mi juicio el fin de la ley es garantizar unos principios básicos comunes, proporcionando cierta seguridad civil.
Bien es cierto, que cualquier ciudadano formado en valores puede prescindir del conocimiento de la ley sin incumplirla. Es más, apruebo que alguien tome una decisión ilegal si puede justificarla moralmente.
Un saludo,