De pequeño siempre quise ser torero, por una simple razón: la espada. Nada más, así de simple; era por esa espada que todos los toreros esgrimen al rematar la faena, signo de nobleza y rayo fulminante. A esa temprana edad (entre los cinco y los siete años), vivíamos en un modesto piso del centro de Madrid. Siempre que mi madre tenía que irse a hacer algún recado o algo por el estilo nos dejaba, a mi hermano y a mí, en casa de los vecinos de enfrente, un matrimonio septuagenario cuyo cariño y simpatía alimentaron mi infancia madrileña. El marido se llamaba Enrique, y para mí fue una especie de tercer abuelo, un hombre sabio y modelico en todos los sentidos. Ya jubilado, dedicaba su tiempo libre a la pintura, en concreto grabados, donde plasmaba una de sus grandes pasiones: los toros. Más de una tarde de domingo la pasé un su cuarto de estar, acurrucado junto a él y su perro, viendo las corridas en la televisión.
No entendía nada de este 'arte', y supongo que sigo sin entenderlo. Lo único que sabía era que quería ser torero de mayor, aun por la espada -- y eso que el espectáculo por lo general no me suscitaba mayor interés. Nunca he ido a una corrida de toros, ni he visto una entera en la televisión; no me considero un entendido, ni mucho menos un apasionado, con lo que decir que soy ferviente 'pro-taurino' supondría una mentira de gran calado.
Lo cual no quita, por supuesto, que ver lo que se ha hecho en Cataluña me produzca una impotencia tremenda. Al presenciar lo ocurrido en el Parlament hace unos días en las noticias, sentí enfado, asco, desprecio. Me dio pena de verdad, y quizá sea pronto para decir que esto marca el inicio del fin (¿de qué exactamente?), pero es indudable el impacto que la decisión ha tenido, y tendrá. No es más que una cretina cortina de humo ideológica, política y nacionalista, travestida de un supuesto deseo por proteger los derechos (¿qué derechos?) de los animales; que si tortura, que si maltrato, etc. Los toros son signo e identidad de España, por mucho que les pese a algunos politicuchos catalanes, y si de verdad quieren cargarse el país -- o separarase de él, o lo que sea --, que lo intenten por otras vías más honestas si cabe, y no de modo indirecto y bajo pretextos concienciadores de la dignidad de los animales. Que está muy bien y tal, pero sinceridad, por favor. Sabemos lo que les interesa de verdad y por ahí no van los tiros.
Ante todo, supone un grave atentado contra la libertad, y espero que cuando llegue al Tribunal Constitucional (si es que llega, porque nunca se sabe con este panorama), dicha decisión quede revocada y así puedan los catalanes disfrutar, sin presión ni ojos ceñidos, de este 'arte' que confieso no entender del todo. Pero, visto lo visto, dan ganas de enterarse uno, al menos para fastidiar. Con los toros en la poesía de García Lorca o Miguel Hernández; o en la pintura de Goya y Picasso, queda claro el arraigo de la tauromaquia en la historia, cultura y arte españoles, y por ende su vital importancia, de la cual algunos catalanes parecen haberse dado cuenta. Por tanto, ¡a eliminarla cuanto antes! Porque, por algo habrá que empezar, ¿no?
Coincido en que hay intereses nacionalistas detrás de esta decisión. Qué explica sino la coincidencia de que se este considerando justo despues eliminar las corridas en País Vasco, no?
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