domingo, 18 de abril de 2010

Matando al suicidio

Un amigo mío dijo una vez que todo suicidio es un caso particular. Juzgar la moralidad de un suicidio quizá no sea lo más adecuado; nadie sabe por qué esa persona lo haría, qué le pasaría por la cabeza, o incluso si se arrepintió en el ultimísimo momento. Quizá por eso hablar del suicidio en abstracto sea lo idóneo, aunque siempre está el riesgo de generalizar.

Ciertamente, cuesta generalizar en este tema por lo sensible e incluso ‘taboo’ del mismo. En El mito de Sísifo Albert Camus sostiene que ‘No hay sino un problema filosófico realmente serio: el suicidio. Juzgar que la vida vale o no la pena de ser vivida equivale a responder a la cuestión fundamental de la filosofía’. Definía al ‘matarse’ como un acto de confesión, pues supone ‘confesar que la vida nos supera o que no la entendemos’.

Sin embargo, ¿es esto suficiente? ¿Puede el suicidio ser justificado o comprendido? Por otra parte, el que no entendamos la vida, ¿es motivo suficiente como para abandonarla? A fin de cuentas, lo suyo es vivir a pesar de nuestra falta de entendimiento absoluto. El que entendamos la vida (cosa harto difícil) o no, no tiene por qué ser determinante. Unos dirán que el suicidio es el acto cobarde por excelencia – no obstante, hay que tener cierta ‘valentía’, por así decirlo, para efectivamente hacerlo.

En España hay ya más suicidios anuales que accidentes de tráfico: en 2008 fueron 3.421 los fallecidos. La magnitud del problema queda encubierta, sin embargo, por lo poco que se habla del tema. Nunca es cómodo hablar del suicidio. Supone reconocer, al fin y al cabo, que la vida nos puede llegar a superar de manera aplastante.

En Ortodoxia, Chesterton dijo algo sobre el suicidio que nunca olvidaré. De manera fulminante, como solía hacer. “Not only is suicide a sin, it is the sin. It is the ultimate and absolute evil, the refusal to take an interest in existence; the refusal to take the oath of loyalty to life. The man who kills a man, kills a man. The man who kills himself, kills all men; as far as he is concerned he wipes out the world”. Lo triste del suicidio, por tanto, no es tanto el que se mata, sino todos los afectados por él.

1 comentario:

  1. ONE ART

    The art of losing isn't hard to master;
    so many things seem filled with the intent
    to be lost that their loss is no disaster,

    Lose something every day. Accept the fluster
    of lost door keys, the hour badly spent.
    The art of losing isn't hard to master.

    Then practice losing farther, losing faster:
    places, and names, and where it was you meant
    to travel. None of these will bring disaster.

    I lost my mother's watch. And look! my last, or
    next-to-last, of three beloved houses went.
    The art of losing isn't hard to master.

    I lost two cities, lovely ones. And, vaster,
    some realms I owned, two rivers, a continent.
    I miss them, but it wasn't a disaster.

    -- Even losing you (the joking voice, a gesture
    I love) I shan't have lied. It's evident
    the art of losing's not too hard to master
    though it may look like (Write it!) a disaster.

    Elizabeth Bishop


    p.s.: don't lose yourself though, don't let yourself be lost. (a song)

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