martes, 19 de octubre de 2010

Escritura Automática (IV)



De nuevo te veo en la plazoleta de neón y madera; mientras los tomistas atómicos se debaten con pulcritud entre el 'ser' y el 'deber ser', el inquilino anodino se rasga las vestiduras, aferrado a un sueño muerto hace tiempo. Desde el balcón imperial los observa Dulcinea con su catalejo de cristal, sonriendo como la Gioconda, aun con menos misterio. A su lado toca el bufón su flauta de bambú, entre confetti y lágrimas de polka, y tú te decides a abandonar los suspiros por ese mito frustrado, esa idea ida al pique. Alguien grita desde lo alto de la Torre Eiffel y sus ecos resuenan en lo profundo del Atlántico. Esperas que no hayas sido tú, y te preguntas por qué la palabra 'capicúa' no es, bueno, capicúa. Yo sólo te digo: intenta dibujar un paisaje con los 3 cólores de un semáforo y verás que puedes prescindir de más de uno.

Es entonces cuando, con determinación, con coraje, y con una cuchara entre oreja y oreja, decides abandonar el trineo que todas las mañanas te llevó al manantial, en la falsa creencia de que así, de un modo u otro, serás capaz de callar los lamentos de saxofón que emanan del radiador. La nieve parece sorbete de fresa, dice el cineasta de la mujer y la pistola; alguien ha derramado sangre, pero el motivo es lo de menos. Por mucho que los islotes apenas sobresalgan de la superficie, la desaprobación de un ignorante es una de las mejores formas de elogio. Atas un ladrillo a tu corazón y te sumerges en las aguas negras, a la espera de que nunca llegues a ver la cara del verdugo, anhelando el mañana que ayer te prometieron.

3 comentarios:

  1. Ay, los tomistas... le quitan a uno la paz. ¿Heterodoxia? No, sinceridad, je. Muy buena entrada. Un saludo

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  3. Entrada borrada por la respuesta automática.

    Rectifico lo que iba a decir. No me quedo con ninguna frase. Todas tienen un absoluto sinsentido en el conjunto, sin embargo si se separan quizá se convertirían en alguna máxima moral y, entonces, sí que sería absurdo.

    Un saludo!

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