Our only health is the diseaseIf we obey the dying nurseWhose constant care is not to pleaseBut to remind of our, and Adam's curse,And that, to be restored, our sickness must grow worse.
Esta semana volví a leer Cuatro Cuartetos, de T. S. Eliot, aunque 'volver a leer' no es más que un decir. A eso de los 17 años, un profesor me lo recomendó (tras haberme prestado un ejemplar de 1942 de La tierra baldía, en versión original y con las páginas amarillentas) -- entonces la poesía era para mí un mundo absolutamente desconocido, y mis esfuerzos por entenderla solían ser, cuanto menos, en vano. Digamos, entonces, que es como si la hubiese leído por primera vez. Únicamente recordaba algunos pasajes concretos y la temática general, y en ningún momento pensé que su impacto iba a (volver a) ser tan grande.
La poesía de Eliot, considerado el mejor poeta en lengua inglesa del siglo XX, es una poesía de ideas. Aparte de ser impecable desde el punto de vista de la forma, Eliot logra transmitir una sensación de trascendencia de principio a fin; se trata de pura poesía metafísica (o metafísica poética, si cabe), anclada en lo terrenal, eso sí, pero siempre en busca de las cualidades espirituales que separan al hombre de lo animal. De alguna manera, Eliot consigue expresar mediante palabras lo que ni las palabras pueden expresar por sí solas.
Las palabras de Eliot ebullen con ansiedad por encontrar algo superior a lo meramente humano. Eliot se empeña, a lo largo de los cuatro cuartetos, en elevar a la persona, imperfecta en todo su ser, a la perfección anhelada. Eso sí: consciente, en todo momento, de la mundanidad de lo meramente terrenal, pero sin perder de vista todo aquello (tanto sus limitaciones como sus aspiraciones ulteriores) que hacen al individuo un ser tan particular. En su día dicha obra fue criticada por ser 'abiertamente cristiana', lo cual no deja de ser un poco desconcertante. De todos modos, aun influida tanto por el cristianismo y religiones orientales, Cuatro Cuartetos es, sobre todo, abiertamente humana.
Sus reflexiones sobre el tiempo, concebido como irredimible en su constante movimiento, irreversible y, sí, eterno, laten con una profundidad y belleza impensables. "Only through time time is conquered"; pero el tiempo no fue ni será, simplemente es ("And all is always now"), moviéndose perpetua e inexorablemente en su quietud. "If all time is eternally present / All time is unredeemable".
Eliot ante todo se muestra a sí mismo como otra persona más, atento a todo lo imperfecto que le rodea y ansioso, al mismo tiempo, por alcanzar la perfección inalcanzable. La humildad -- y no la soberbia -- quizá sea la vía idónea para seguir dicho camino: "The only wisdom we can hope to acquire / Is the wisdom of humility: humility is endless". Así, la verdadera virtud yace en el intento honesto y no tanto en el resultado final. A fin de cuentas, éste no depende de nosotros, puesto que "For us, there is only the trying. The rest is not our business". Eliot, sin embargo, no desiste y, en todo momento, es consciente de que lo eterno está ahí, en alguna parte -- de nada sirve pretender encontrarlo si antes no se sale a la búsqueda. La poesía de Eliot, en cualquier caso, es un reflejo perfecto de dicha pretensión, aparte de un canto a lo contradictorio de lo humano y lo divino.