viernes, 27 de agosto de 2010

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Como un fantasma medieval pululas las calles, cigarro en mano, a la espera de un nuevo slang y con la mente puesta en un hada herida por el hilo de la distancia. Entre agujas y trucos, ves en la oscuridad de la noche candados metálicos colgados aleatoriamente en la vallas de la acera, y piensas: no sé qué significa esto, pero a quienquiera que se le haya ocurrido la idea deberían darle una medalla por lo absurda que es. En cualquier caso, la imagen es sangrante. Impacta, dices: quedaría bien ponerlo por escrito en algún sitio, como metáfora elusiva de algo o nada. Quizá lo hagas, pero siempre has visto el escribir como algo personalísimo. Tus palabras son tuyas y para ti, por lo visto. Qué idiotez, ¿no?.

Tampoco es que importe mucho en este momento, tú eres lo suficientemente feliz (dentro de lo que cabe), escuchando a The Smiths en tu iPod fiel, mientras a lo lejos una gran concha amarilla de neon ilumina el horizonte, como si de un dios se tratara. Todo es tan familiar que roza en lo extraño; lo peor es que probablemente no seas el único en pensar así. O quizá sea lo mejor, quién sabe -- a fin de cuentas, es mejor estar acompañado, aun en la tristeza y la frustración. Que se lo digan al vagabundo-profeta de la esquina; a ver qué piensa. La boca queda cubierta por su barba de tarantula y sus palabras apenas se pueden discernir. Es una visión de fotografía de blanco y negro, pero no tienes cámara. El pobre yace bajo un rascacielos que parece amenazar con caerse sobre él de un momento para otro. Te das la vuelta.

Se acercan dos tíos por la acera, y tú, ajeno a todo, echas la mirada abajo de manera escurridiza. Uno de ellos te saluda con gesto de mimo, ojos abiertos de par en par y labios en punta. Sonríes ante semejante acto de autoparodia y pura humanidad. Todo podría ir tan peor que entonces te das cuenta de lo inútil que es pensar lo contrario. Miras hacia ambos lados con exagerada prudencia; cruzas la acera con pasos de saltimbanqui y en lo repentino de la noche rajas el cielo con una sonora y solitaria carcajada de hiena.

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